viernes, 15 de abril de 2011

EL CORCHO

Cierto día, un supervisor de educación visitó una escuela de la región. En su recorrido observó algo que le llamó poderosamente la atención. Una maestra estaba “atrincherada” detrás de su escritorio. Los estudiantes hacían un gran desorden. El cuadro era caótico.
El supervisor decidió entonces entrar al salón de clases y presentarse:
- Buenos días, permiso, soy el supervisor de educación de la zona. ¿Tiene algún problema?
- Estoy abrumada, señor. Ya no sé qué hacer con estos chicos. No tengo material didáctico, el Ministerio de Educación no me ha enviado los estándares de la asignatura, ya les dicté todo el contenido del libro y no tengo nada nuevo que decirles ni nada que mostrarles.
El supervisor de educación, que era un maestro del alma, vio un corcho en el desordenado escritorio. Lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos:
- ¿Qué es esto? – preguntó el supervisor.
- Un corcho, señor – respondieron sorprendidos algunos niños.
- Muy bien, de la madera, ¿Y qué se puede hacer con madera? – continuó entusiasta el señor.
- Sillas, mesas, puertas, ventanas, un barco….
- Bien, tenemos un barco, ¿Quién lo dibuja? (un estudiante va al tablero y dibuja un barco),
¿Quién hace un mapa en el tablero para nuestro barquito? ¿Quién ubica en el mapa un puerto cercano para el barco? ¿A qué país corresponde dicho puerto? ¿Qué poeta conocen que allí nació?
¿Qué produce dicha región? ¿Alguien recuerda alguna canción de ese lugar?
Y así, en medio de una amena conversación, el supervisor de educación comenzó y desarrollo una clase integrada de geografía, historia, música, economía y literatura. La maestra quedó impresionada, estaba estupefacta.
Al terminar la clase le dijo conmovida al docente:
- Señor, muchas gracias por la ayuda que me ha brindado, usted no se imagina cuánto he aprendido en su lección, usted me ha trasmitido invaluables conocimientos y me ha mostrado una estrategia maravillosa para el desarrollo de mis clases.

Pero paso el tiempo y el supervisor de educación volvió a la misma escuela y buscó a la misma maestra.
Cuál fue la sorpresa y asombro del supervisor al encontrar a la maestra nuevamente “atrincherada” detrás de su escritorio y por supuesto, los estudiantes otra vez en total desorden.
-¡Señorita! ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí?
-¡Claro que sí, señor! ¿Cómo olvidarlo? No sé qué hacer, que bueno que regresó, no encuentro el corcho, ¿Dónde lo dejó?

Maestrantes:
Barroeta Constanza
Lanzillotti Rafaelina
Martínez Katihusca
Pérez Franllelys


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